Una vez en un reino muy lejano existía un rey que al ver como se comportaba su hijo quería darle una lección; el joven príncipe bebía en exceso, no respetaba a las personas, alardeaba de su posición, cuando algún tutor trataba de calmarlo les respondía que muy pronto llegaría a ser rey y entonces serían castigados.
El rey no entendía como un joven que tiene lo que otros no tienen puede comportarse así, él nunca le dio un mal ejemplo. Ideó una forma de enseñarle como ser un hombre bueno y digno de su reino.
Dos prisioneros muy pronto cumplirían su condena por buena conducta y entonces les concedería un deseo por su buena conducta, quería que el príncipe fuera testigo de ese acontecimiento.
El primer prisionero, llamado "Ahab", era un hombre con expresión malhumorada, con actitud desafiante, pareciera que nunca en la vida había sonreído, se notaba el resentimiento y la agresividad en su rostro a primera vista. Lo habían detenido por robo y por golpear a las personas sin ninguna provocación.
El segundo prisionero, llamado "Josh", era una persona de complexión robusta, lucía muy tranquilo, tenía una mirada cansada casi soñolienta. Parecía una persona inofensiva a primera vista, pero solo la apariencia. Estuvo encerrado por robo y abuso de confianza.
El rey solicito a un mensajero la presencia de ambos. El mensajero tenía la orden de decirles que el rey les concedería un deseo, la única condición es que: quien pida el primer deseo obtendrá lo que quiera, sin embargo, el segundo obtendrá el doble.
Si un prisionero pedía una bolsa de oro, el otro recibiría dos bolsas de oro. Si pedía una casa, el otro recibiría dos casas.
Los dos prisioneros llegaron a la sala donde se encontraba el rey sentado en su trono, les dijo que cumpliría su palabra tan solo necesitaba que alguno de ellos diera dos pasos y solicitara lo que quisiera. Les recordó que si uno de ellos pedía algo el otro recibiría el doble.
"Si quieren un castillo, el otro recibirá dos castillos" - Dijo el rey.
El rey notó que ninguno de los dos se movía, no querían dar el primer paso. Y así pasaron varios minutos que se convirtieron en horas, las horas en días, los días en semanas hasta que el rey les dio un ultimátum. Les dio hasta el atardecer para decidir quien pediría el deseo. Si no ambos perderían esta oportunidad y se marcharían a sus casas con las manos vacías.
"Son unos idiotas, les están dando una oportunidad que nadie jamás les dará otra vez" - Murmuró el príncipe.
El rey lo miró fijamente a los ojos como si le dijera que observará antes de afirmar tal cosa.
Entonces el prisionero "Ahab" dio los dos pasos y el rey asintió con la cabeza para que procediera a pedir su deseo.
"Quiero que me golpeen sus guardias al grado que quede moribundo, pero no muerto"- Dijo Ahab, consciente que el otro recibiría el doble de goples que sin duda le causarían la muerte.
El rey se levantó de su trono, no parecía asombrado por tal petición. El príncipe, sin embargo, quedó sorprendido.
"!Pudiendo pedir un castillo, un saco repleto de oro puro,una casa para vivir y descansar y pides eso ¿Qué clase de persona eres?!"- Le gritó el príncipe a Ahab levantándose de su silla.
El rey le pidió al príncipe que se sentara y observará, aun no habían terminado.
"Esta bien Ahab obtendrás lo que deseas, sin embargo, tengo que aclararte algo. Esto era una prueba y una lección para mi hijo. Quería que conociera lo que comúnmente se conoce como la naturaleza humana, que comprendiera que más allá de estos muros que lo protegen y le dan seguridad existen cosas a las que se tendrá que enfrentarse cuando llegue el momento y yo ya no este con él. No solo obtendrás lo que deseas Ahab, sino que lo obtendrás al doble. Lo que no le dije al mensajero que los trajo es que solo el primero de ustedes obtendría el doble de lo que pidiera por el simple hecho de tener el valor y el sacrificio de hacerlo sabiendo que el otro obtendría el doble. "- Contestó el rey.
Moraleja
Existen hombres que se quejan toda la vida que nadie les da una oportunidad, que nadie jamás les brindo una ayuda. Sin embrago cuando alguien se las da, no la toman porque eso implica responsabilidad, trabajo, y en muchos casos sacrificio. Es más fácil para ellos causar daño a sus semejantes para que no les vaya bien, incluso si esta de por medio su integridad física o la de los suyos.
Vemos tristemente a diario este tipo de comportamiento. No existe una cultura de la colaboración, de ayudar a los demás, o simplemente una cultura del vive y deja vivir. Podemos cambiar para bien, podemos empezar por nosotros mismos.
El rey no entendía como un joven que tiene lo que otros no tienen puede comportarse así, él nunca le dio un mal ejemplo. Ideó una forma de enseñarle como ser un hombre bueno y digno de su reino.
Dos prisioneros muy pronto cumplirían su condena por buena conducta y entonces les concedería un deseo por su buena conducta, quería que el príncipe fuera testigo de ese acontecimiento.
El primer prisionero, llamado "Ahab", era un hombre con expresión malhumorada, con actitud desafiante, pareciera que nunca en la vida había sonreído, se notaba el resentimiento y la agresividad en su rostro a primera vista. Lo habían detenido por robo y por golpear a las personas sin ninguna provocación.
El segundo prisionero, llamado "Josh", era una persona de complexión robusta, lucía muy tranquilo, tenía una mirada cansada casi soñolienta. Parecía una persona inofensiva a primera vista, pero solo la apariencia. Estuvo encerrado por robo y abuso de confianza.
El rey solicito a un mensajero la presencia de ambos. El mensajero tenía la orden de decirles que el rey les concedería un deseo, la única condición es que: quien pida el primer deseo obtendrá lo que quiera, sin embargo, el segundo obtendrá el doble.
Si un prisionero pedía una bolsa de oro, el otro recibiría dos bolsas de oro. Si pedía una casa, el otro recibiría dos casas.
Los dos prisioneros llegaron a la sala donde se encontraba el rey sentado en su trono, les dijo que cumpliría su palabra tan solo necesitaba que alguno de ellos diera dos pasos y solicitara lo que quisiera. Les recordó que si uno de ellos pedía algo el otro recibiría el doble.
"Si quieren un castillo, el otro recibirá dos castillos" - Dijo el rey.
El rey notó que ninguno de los dos se movía, no querían dar el primer paso. Y así pasaron varios minutos que se convirtieron en horas, las horas en días, los días en semanas hasta que el rey les dio un ultimátum. Les dio hasta el atardecer para decidir quien pediría el deseo. Si no ambos perderían esta oportunidad y se marcharían a sus casas con las manos vacías.
"Son unos idiotas, les están dando una oportunidad que nadie jamás les dará otra vez" - Murmuró el príncipe.
El rey lo miró fijamente a los ojos como si le dijera que observará antes de afirmar tal cosa.
Entonces el prisionero "Ahab" dio los dos pasos y el rey asintió con la cabeza para que procediera a pedir su deseo.
"Quiero que me golpeen sus guardias al grado que quede moribundo, pero no muerto"- Dijo Ahab, consciente que el otro recibiría el doble de goples que sin duda le causarían la muerte.
El rey se levantó de su trono, no parecía asombrado por tal petición. El príncipe, sin embargo, quedó sorprendido.
"!Pudiendo pedir un castillo, un saco repleto de oro puro,una casa para vivir y descansar y pides eso ¿Qué clase de persona eres?!"- Le gritó el príncipe a Ahab levantándose de su silla.
El rey le pidió al príncipe que se sentara y observará, aun no habían terminado.
"Esta bien Ahab obtendrás lo que deseas, sin embargo, tengo que aclararte algo. Esto era una prueba y una lección para mi hijo. Quería que conociera lo que comúnmente se conoce como la naturaleza humana, que comprendiera que más allá de estos muros que lo protegen y le dan seguridad existen cosas a las que se tendrá que enfrentarse cuando llegue el momento y yo ya no este con él. No solo obtendrás lo que deseas Ahab, sino que lo obtendrás al doble. Lo que no le dije al mensajero que los trajo es que solo el primero de ustedes obtendría el doble de lo que pidiera por el simple hecho de tener el valor y el sacrificio de hacerlo sabiendo que el otro obtendría el doble. "- Contestó el rey.
Moraleja
Existen hombres que se quejan toda la vida que nadie les da una oportunidad, que nadie jamás les brindo una ayuda. Sin embrago cuando alguien se las da, no la toman porque eso implica responsabilidad, trabajo, y en muchos casos sacrificio. Es más fácil para ellos causar daño a sus semejantes para que no les vaya bien, incluso si esta de por medio su integridad física o la de los suyos.
Vemos tristemente a diario este tipo de comportamiento. No existe una cultura de la colaboración, de ayudar a los demás, o simplemente una cultura del vive y deja vivir. Podemos cambiar para bien, podemos empezar por nosotros mismos.
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